viernes, 14 de septiembre de 2012



Querido blog, quiero combatir el tedio de los últimos viernes con música y poesía.
Te dejo aquí el poema "Casas"  que escribí en el año 2009 para el libro "La mano del mortero es de madera"                                                                                             

                                                                                  

                                                                                           Casas                                                                                                                                 

Hay casas con paredes como brazos
que abrazan de manera diferente
dentro de su habitable calidez.

Hay casas, como estados protectores,
que guardan mermelada en la despensa.
Crecen sobre el alféizar margaritas,
la flor de la metáfora más bella,
por la yema que lleva el alimento
a los pétalos cándidos y frágiles.
(Ya me lo habréis oído alguna vez.)
A veces, llegan niños a la puerta
y llaman con sus nudos encarnados.

La cúbica, aromática, cocina
trasciende su alimento sin reparos
más allá del hollín del cernidero.
Y al fondo del pasillo, a la derecha,
el sillón de don Jorge. Beatitud
de los platos, los vasos, la alacena,
las soperas de china, los tazones…
del olor de la leche muy caliente.
Que guardan mantequilla en la despensa.

Hay casas con ventanas junto al suelo,
como ojos abiertos a las nubes,
que se  cierran de noche por el sueño.
Tienen los dormitorios rezos laicos
que reparan, sin miedo a los infiernos,
libres, la arquitectura de las almas.
Que guardan chocolate en la despensa.

Las almas.
Esos trozos, supongo, de sustancia
que se nutren de leña de la casa,
y en verano, del fresco de la puerta.
Esa complicación que nos divide.
Ese arquitrabe gris que soportamos.

Hay casas con tejados de madera,
o de barro cocido, como suelos.
De tanto caminar por el pasillo
le ha nacido un imán a los cimientos
que se abraza a la planta de mis pies.

No me quiero marchar de sus abrazos
mientras guarden mi rico patrimonio.
                                                                                                               (Gloria Rivas Muriel de “La mano del mortero es de madera”)